domingo, 2 de mayo de 2010

Tu perfume y el mío...

Te odio, pero te adoro. Te odio por permitir que mi cuerpo se abandonase en tus manos, por dejarte que seas mi maestro, mi mentor.

Fui idiota por dejarme deslizar por tu cuerpo, por dejarme arrastrar por tus instintos mas primitivos, por olvidarme en tu olor y por perderme en tus besos; por dejar la consciencia muda, la cordura ciega y la cabeza...la cabeza la perdí en aquel bar, junto a tus dulces caricias, que nunca más volverán a ser las mismas.

No quiero no volver a despertarme entre tus sabanas, entre tus manos enredadas en las mías, entre tu olor, nuestro olor, y volver a recordar el ambiente que se crea a nuestro alrededor, esa luz tenue de tu habitación, la mezcla perfecta que creaban tu perfume y el mío con ese toque a tabaco del bar y de los cigarros que compartimos junto a los secretos y deseos más íntimos que me contabas al oído entre risas y mordiscos, entre miradas lascivas y besos...infinitos.

Que tontería pensar que te cambiaría, que conseguiría ser la única en tu vida, que te dejarías aconsejar por mí. Y mientras yo pensaba que aprendías de mí, tu me enseñabas a ser quien soy, una depredadora sinfín, una niña que perdió la inocencia y dejó de soñar, dejó de creer en los cuentos de hadas, en los sapos que se convierten en príncipes azules, en el amor sin más...

Y a pesar de todo, soy feliz, porque sé que volverás a mí, como haces siempre en el momento más inesperado y más oportuno, cuando más te necesito y no puedes alejarte más de mí...porque me necesitas, porque me quieres tanto como yo a ti...siempre lo hiciste.

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