Ella era aparentemente felíz, segura de sí misma y fuerte.
Sin embargo todo era una falsa fachada que tapaba a una niña
frágil como una copa de cristal, insegura de sus propias
inseguridades y tan complicada que no conseguía entenderse
ni ella misma, a pesar de que tuviera la habilidad de simplificarle
los problemas al resto del mundo.
Cuando hablaba, cada palabra que expresaba, lo hacía con pasión
y credibilidad, de tal forma que todo el mundo quería
estar cerca de ella, escuchar su discurso, pedirle consejo.
Porque estaban seguros de que aquella muchacha de pelo sedoso
y piel delicadamente bronceada, sabía lo que decía y podía
ayudarles en los obstáculos que se les presentaba.
Sin embargo, cuando llegaba a su casa y continuaba con su rutina
diaria, sentía que moría un poco más, que despreciaba su vida con
sus quehaceres, con lo que todo el mundo esperaba que hiciera
pero que ella detestaba. No era felíz así, pero también era una
cobarde incapaz de plantar cara, de dejarlo todo y hacer lo que
realmente le haría felíz.
Siguió su vida así, asqueada per sonriente. Cada día estaba mas
segura de que nadie la echaría de menos si no apareciese.
Sin quererlo, en silencio y sin avisar, cientos de personas
que la querían y adoraban estaban reunidos por ella. Le expresaron
gratitud por cada palabra de aliento y esperanza que ella les
habia ofrecido, cada llamada telefónica y cada abrazo.
Y entre lágrimas todos prometieron frente a su tumba no olvidarla
jamás.
Triste.
ResponderEliminarMe encantó volver a leerte.
Saludos paisana.